lunes, 28 de febrero de 2011

Chéjov, Beckett y Pinter

cuando alguien habla por hablar tal vez esté diciendo
lo más genuino y veraz que pueda decir y mientras habla
por hablar, observamos su comportamiento, para leer
en él lo que no dice
J. Lacan
 
La saga continúa. Algunas conexiones. Apuntes para una investigación futura.
 
Incluso para que haya silencio son necesarias palabras que lo digan; creo que hasta aquí podemos llegar a estar todos de acuerdo, ¿no?
Bien, pues entonces tenemos: a un cuentista que quería ser dramaturgo, a un escritor que quería ser director de cine y a un actor que quería ser guionista. 
 Me explico; el primero es Chéjov, uno de los mejores cuentistas de la historia de la literatura y un revolucionario de la escritura dramática, con un corpus de cuatro grandes obras teatrales. El autor ruso escribió teatro deliberadamente antidramático: a menudo en sus obras son más importantes los acontecimientos que los personajes, llegando a emplear falsos, desarticulados y decrecientes diálogos que le permiten escribir de una forma musical y sugerente (poesía contemporánea: John Ashbery, por ejemplo), creando una atmósfera común en todo el conjunto de su obra. Chéjov no escribe de forma mecánica ni melodramática, ni tampoco sus obras son ejercicios de naturalismo sin argumento. Tampoco es del todo cierto que las obras de Chéjov sean dramas políticos sobre la esterilidad de la vida de la clase media, como nos recuerda Richard Gilman en su libro Chéjov: una apertura hacia la eternidad.
Pero sigamos avanzando, Chéjov tenía un gran y peculiar sentido del humor (denominó a algunas de sus obras como comedias). Dice Stanislavski:
Por aquel entonces se estaban haciendo ensayos de Michael Kramer (de Hauptmann) y Chéjov los seguía con interés (…) Yo estaba en el escenario durante el ensayo general (…) y a veces oía su risita. Pero, como lo que estaba ocurriendo en escena no cuadraba con el humor del espectador (…) esa risita me desconcertaba enormemente. (…) A mitad del acto de levantó varias veces y empezó a caminar rápidamente por el pasillo central sin dejar de reír (…) Le pregunté por su impresión. Le había gustado muchísimo (…) Resultó que reía de gozo. De ese modo en que ríen sólo los espectadores más espontáneos”
Un sentido del humor que impregnará sus obras de una extrañeza cotidiana continua. 
Ahora pensemos en el segundo, sigamos uniendo con flechas; el segundo es Beckett. Bien es sabido que escribió, en sus años de lector en París, una carta a S. M. Eisenstein preguntándole sobre la viabilidad de trasladarse a Moscú para estudiar con él. La carta nunca fue contestada y no se sabemos si el director ruso la recibió. S. Beckett fue adelgazando su escritura, haciéndola cada vez más visual, hasta acabar escribiendo teatro, haciendo trabajos para televisión o rodando Film con el actor B. Keaton. No son pocos los autores que ven en Chéjov un precursor de Samuel Beckett. También sabemos que éste leyó atentamente su obra entre los años 1934 y 1937, mientras leía la teoría de la relatividad y otras lecturas científicas. 

 
Es claro que el humor beckettiano o el uso de los silencios tiene rasgos en común con la utilización que hace de ellos el autor ruso. Si bien es cierto que Chéjov mantuvo sus obras en una contención emocional más equilibrada y menos desesperada que el irlandés. Beckett llegó a calificar su drama Esperando a Godot de “terriblemente cómico”. Los dos autores muestran una desazón con el mundo, una importancia en los objetos y las acciones, en la sutileza y en la sugerencia. Nada pasa mientras está pasando todo, porque así es la vida.
Las obras de Beckett comparte un núcleo común todas ellas, una concepción del mundo muy personal y estudiada; aunque si se puedan señalar diferentes etapas en su obra (se aprecia un gran cambio entre Esperando a Godot o Fin de partida y Los días felices o Film) todas crean y surgen a la vez de una misma atmósfera y sin embargo, él, siempre intentó separarse los más posible de sus obras, no saber nada, no dar claves para sus interpretaciones, no ser el creador omnisciente. 
Beckett no pretende decir el caos, sino mostrarlo; por eso cada vez tiende más a la imagen, a lo visual; por eso, Film -dirigida por A. Schneider- es una película muda en la que sólo se escucha un Shssss!; por eso, sus obras se han calificado de antiteatro, anticine y antitelevisión.



Las conexiones con Beckett son múltiples: Beckett y John Cage, Beckett y Van Velde, Beckett y Rothko, Beckett y Arikha, etc.
Tanto el silencio beckettiano como chéjoviano no tiende a la nada, sino a la representación. Y aquí entramos con el tercero en discordia: Harold Pinter. Todos nos acordamos de la cita de Pinter sobre el silencio -aquí- que bien podría aplicarse a los personajes de Chéjov. Pinter se declaró admirador de Samuel Beckett y como él se negó a una excesiva interpretación de sus obras -podemos alargar la linea hasta Sarah Kane, discípula de Pinter, Beckett o Buchner-

Tanto en Chéjov como en Beckett o Pinter la risa nace de una conciencia del absurdo de la existencia humana. Los personajes de los tres se hablan, pero no se comunican. La importancia de los objetos, un sentimiento profundo de oscuridad de la vida y soledad.
Podríamos seguir, pero se nos está echando el espacio encima. La conexiones -también las diferencias- pueden llegar a ser pequeñas y sutiles, pero infinitas. 
Harold Pinter, interpreta La última cinta de Krapp de Beckett.



Como todos sabemos, no puede existir la comedia real sin un grito, sin un sentimiento profundo de tristeza.

Irene Ochoa

Visión stanislavskiana de CHÉJOV



R. Castellanos

La transmisión escénica de la idea chejoviana ha de ser con relieve, y el leitmotiv de la obra debe llegar sonoro durante todo el espectáculo.
Desgraciadamente, el sueño de Chéjov es mucho más difícil de traducir en el escenario que la parte exterior, costumbrista, de la pieza. Por eso con tanta frecuencia en el teatro se ve en la sombra el motivo principal de la obra y realizado en el primer plano cotidiano. A veces tal trueque y desplazamiento del centro de gravedad tiene lugar no solo por culpa del director, sino también por la de los mismos artistas. Así por ejemplo, los que hacen el papel de Ivanov en la pieza del mismo nombre lo representan como un neurasténico, y con ello provocan en el espectador solo compasión hacia el enfermo. Sinembargo, Chéjov trató de presentar a un hombre fuerte, a un luchador en la vida social. Pero tampoco él, podía, Ivanov podía aguantar hasta el final, y se sentía derrotado en la lucha desigual contra las condiciones que pesaban en la realidad rusa de aquel tiempo.
Chéjov tenía varias facetas como cualquier dramaturgo, posee una que se hallaba de cara al escenario y hacia nosotros los artistas.
Se sentaba en las bases y principio netamente teatrales, de su comprensión de los problemas de nuestro arte, de su esencia y técnica, del modo de escribir la escena, etc. En este aspecto netamente profesional, al margen de todas las tendencias o problemas político-sociales, no es de tanta importancia qué es lo que escribe el poeta, qué interpreta el actor, sino cómo lo hacen. Nosotros, los especializados en lo tocante al trabajo de actores y directores, debemos estudiar al poeta desde este , desde este ángulo: el dramaturgo en cuanto a la parte escénica y artística.
¿Se ha hecho esto? ¿Quién de los actores se puso a estudiar la técnica de la creación dramática de Chéjov, con sus nuevas modalidades, sus posibilidades para el director y las particularidades escénicas especiales que le son características, que requieren y exigen una nueva psicología interpretativa y un modo de sentir y de actuar en el escenario? ¿Conocerán los actores estas nuevas tablas de la ley nuestras? Desde luego que habrán estudiado y aprendido el texto de memoria, podrán recitarlo como el padrenuestro, pero¿habrán penetrado en el sentido interior, oculto tras las palabras del texto?

KONSTANTIN STANISLAVSKI

domingo, 27 de febrero de 2011

Chéjov por Sophie Laffitte

-Para acceder al texto pincha la imagen-

Sophie Laffitte

Autora de origen ruso, profesora de literatura y civilización rusas en la universidad de París-Nanterre, Francia. Publicó este libro en el año 1975 donde analiza a Chéjov desde diversas perspectivas literarias.

En el extracto selecionado encontramos referencias a su faceta como dramaturgo y a las relaciones de este con otros autores tan importantes como Tolstói y Gorki. A su sentimiento musical del drama, y a su poca confianza en su labor Teatral.



P. Ugrumov


jueves, 24 de febrero de 2011

"Chéjov" de Henry Troyat


La biografía escrita por el francés Henry Troyat (1911-2007), recorre en un exhaustivo viaje la vida del autor ruso Anton Chéjov. Su familia, estudios pasiones y evasiones están recogidas en los 16 capítulos de esta obra ágil y de fácil lectura.
Historiador y escritor, Henri Troyat, cuyo verdadero nombre era Levón Aslani Thorosian o Lev Aslánovich Tarasov, dependiendo de si nos referimos a su origen armenio o ruso, fue un popular autor de biografías y novelas.A continuación algunos fragmentos de su obra, sobre el proceso y las sensaciones que despiertan en Chéjov el montaje de Tío Vania en el Teatro del Arte de Moscú:

“A comienzo de 1899, la dirección del teatro Mayli, el más antiguo y más célebre de Moscú, manifestó la intención de presenta la pieza. Lamentablemente tras un primer examen, el comité de lectura solicitó importantes modificaciones: por ejemplo, esos buenos señores estimaban absolutamente inverosímil e indecente mostrar a un hombre culto como Tío Vania presa de furor, a punto de descerrajar un balazo a un ex profesor universitario. Les parecía que tal comportamiento ofendía a toda la clases intelectual. Después de reír mucho ante esta reacción, Chéjov recuperó su manuscrito y lo entregó al Teatro de Arte, cuyo elenco gozaba de toda su simpatía.

Durante su última permanencia en Moscú, asistió a algunos ensayos del Tío Vania, ejerciendo un control y manifestando una exigencia sorprendente en una persona que habitualmente se mantenía en segundo plano. El menor error de interpretación, el menor efecto exagerado lo herían como si se hubiese dado vuelta una uña. No tenía empacho en decir lo pensaba al director y a los intérpretes, siempre, sin embargo con un matiz de cortesía para con las mujeres, lo que le valió el apodo de “inspector de actrices”.
De regreso a Yalta en el otoño, aguardó con ansiedad noticias del Tío Vania, que iba adquiriendo vida lejos de él, en Moscú. Olga, que tenía en la pieza el papel de Elena, le pidió por carta explicaciones sobre la psicología de su personaje. Le respondió que Stanislavsky se equivocaba el pretender que el doctor Astrov estuviese apasionadamente enamorado de Elena. Astrov- decía él- se sentía atraído por la belleza de Elena, pero la juzgaba con lucidez y, en el último acto, hablaba con ella “con el mismo tono con que le hubiese hablado del calor que hacía en África” y la besaba “casi distraídamente, para pasar el tiempo” y Chéjov añadía: “¡Ah, encantadora actriz! ¡Cómo me gustaría estar en Moscú! Mientras tanto usted vive en un torbellino, disfruta, se aturde y no tiene tiempo para concederme”.
Gorki escribe a Chéjov sobre Tío Vania:
“Siempre Tío Vania। Siempre. Y reservare una localidad para verlo una vez más… la pieza esta plena d pensamientos, de símbolos, y su forma la convierte en una obra absolutamente original, incomparable.”
En contraposición , Tolstoi:
“¿Dónde está el drama?- preguntó furibundo al actor Sanin- ¿En qué consiste? ¡La acción se arrastra!”, y como Nemirovich-Dantchenko se esforzaba en defender al autor, le respondió secamente que el Tío Vania carecía de situación dramática, y que el lugar de ésta lo ocupaban las guitarras y los grillos।”
Rosalía Martínez


The Lady with the Dog / Дама с собачкой - 1/9



La dama del perrito (1960) Josif Heifitz

Durante un fin de semana en Yalta, el banquero moscovita Dimitri Gurov conoce a una joven que pasea con su perro. Ella es Anna Sergeyovna, una mujer atrapada en un matrimonio sin amor. Dimitri también es infeliz en su matrimonio. Se inicia un romance, que se corta con el fin de su estancia en Yalta.
Dimitri pasa todo el invierno con la idea de volver a ver a Anna, desesperado va a buscarla, pero entonces surge la pregunta ¿asumirán su relación o la mantendrán como una serie de encuentros a escondidas? Adaptación del relato de Anton Chéजोव
Rosalíअ Martínez

miércoles, 23 de febrero de 2011

Elena Safonova & Marcello Mastroianni-Les yeux noirs



Ojos negros (1987)

Película de Nikita Mikhalkov, basada en los relatos de Anton Chéjov.

Romano Patroni es un hombre de origen humilde que consiguió terminar en la Universidad sus estudios de arquitectura। Casado con una rica heredera, años después conoce en un balneario a una joven rusa, Ana. Creyéndola el amor de su vida, el desventurado romano se dedicará a seguirla por toda Rusia...

Rosalíअ Martínez

Unfinished Piece For The Player Piano (1977) (English subtitles). Part 1/4.




La atmósfera de Chéjov llevada al cine.

Cuando Chéjov murió en 1905 el cine recién daba sus primeros pasos y aunque el escritor ruso ni remotamente pudiera visionarlo, posteriormente sus personajes saltaron a la gran pantalla en varias ocasiones.

El director sueco Ingmar Bergman declaraba en una entrevista realizada por Bengt Forslund para Tidskriften Chaplin y Nuestro cine en 1961: “Leyendo un cuento de Chéjov no hay manera de evitar el percibir lo increíblemente sugestivo que es desde el punto de vista visual. Hay una atmósfera formulada siempre con toda claridad y precisión y la caracterización de los personajes se nos ofrece en rasgos perfectamente limpios y definidos. Y en cuanto al diálogo, pues hay mucho diálogo en sus cuentos, no hay sino que mantener los lados derecho e izquierdo como en un guión. Chéjov es, en otras palabras, fácil de traducir al lenguaje cinematográfico, lo que no es muy frecuente. La razón está en el hecho de que Chéjov es un dramaturgo, piensa siempre de una manera escénica, incluso dentro de su producción novelística”.

Muchos realizadores han compartido esta opinión. Su obra ha inspirado películas como La dama del perrito (1959) de Josif Heifitz, Tres hermanas (1970) con Laurence Olivier como director e intérprete o La pequeña Lili de Claude Miller basada en La gaviota (2003) entre otras.
Nikita Michalkov ( 1945) actor y director de cine ruso es sin duda uno los maestros en traducir la atmósfera chejoviana reflejada deliciosamente en Pieza inconclusa para piano mecánico (1977), basada en la obra del autor.

El film es una imagen de la vida de la aristocracia rusa en el siglo 19। Sin una pizca de sentimentalismo, el director pone de manifiesto la bancarrota moral de sus héroes. Un maestro de pueblo, Platonov, está pasando por una crisis emocional. Él cree que su vida no tiene ningún propósito. Se atormenta a sí mismo y a su joven esposa, Sashenka. Otro protagonista, el Doctor Terletsky, odia a sus pacientes y su trabajo. Los huéspedes que se alojan en casa de la esposa del general, Anna Petrovna, tienen largas conversaciones sobre los placeres de la vida de un pueblo sencillo sin creer realmente en nada de lo que dicen. El estilo retro, elegido por el director y la fotografía magistral (Pavel Lebeshev) se combinan para hacer esta película un verdadero tesoro para los amantes de los clásicos rusos con música de G. Donizetti, F. Liszt y S. Rachmaninov.
Rosalía Martínez

viernes, 18 de febrero de 2011

Pequeño apunte sobre Tío Vanía y cronología de Chéjov

Texto de la introducción de Isabel Vicente a la edicción de Cátedra sobre Tío Vania

 
Cronología de Chéjov de la edición de ALBA editorial

Chéjov - por Harold Bloom


 -Para acceder pincha en la imagen. El extracto forma parte del liro Cómo leer y por qué de Harold Bloom -

miércoles, 16 de febrero de 2011

Chéjov - Stanislavski


Dijo Stanislavski: "Mejor que ningún otro, las piezas de Chejov rebasan de acción y movimiento, pero no lo exterior, sino en su desenvolvimiento interno; él demostró que la acción escénica debía concretarse en el sentimiento interior; él nos llevó a profundizar en la vida de las cosas, de los sonidos, de la luz, todo lo cual, lo mismo en el teatro que en la vida real, ejerce una influencia enorme en el alma humana".

Tras el éxito de La gaviota en el Teatro de Arte, Stanislavski y Dantchenko suplicaron a Chejov que siguiera escribiendo para el teatro. Chejov les entregó tres nuevas obras: Tío Vania, iniciada en 1896 y terminada en 1899, Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1904). El éxito de estos textos les llevó a desempolvar otras anteriores, breves en su mayoría, que Chejov había escrito hacía diez años, con algunos elementos de farsa y de melodrama: El oso (1888), El canto del cisne (1888), La petición de mano (1889), Tatiana Repín (1889), El aniversario (1891), etc. Por desgracia para el teatro, cuando Chejov se encontraba en plena euforia creativa, con un gusto exquisito por la escena, murió de una afección pulmonar en 1904.

lunes, 14 de febrero de 2011

La pluma de Chejov


La pluma de Chejov salvo en raras ocasiones, no es justiciera, no premia ni castiga, aunque sea desvela la injusticia y las categorías morales de una sociedad jerárquica, cruel, malévola, apática, falta de todo principio moral. Cuando los personajes se enzarzan en grandes conversaciones –sobre todo en los relatos largos—sobre los males de la época y la posibilidad de que triunfen nuevos principios mucho más elevados y justos, está claro de qué parte se encuentra el autor, el lector no puede dudar de que Chejov sueña con otro tipo de sociedad y la que le rodea le resulta aborrecible y degradante. Pero se palpa también la desconfianza de Chejov hacia las corrientes más altruistas y piadosas y, sobre todo, hacía los teóricos de una nueva sociedad, porque, en la práctica son los más inmorales, los que viven a mayor distancia de las ideas que predican y defienden. Ante personajes de este tipo, se palpa la indignación de Chejov. Quizá esta actitud le lleva al nihilismo y, ciertamente, muchos de sus personajes se muestran como nihilistas convencidos, pero también en tales casos Chejov nos lo presenta con cierto sentido crítico.

Prólogo de Soledad Puértolas
Juana Galgo Vereda



domingo, 13 de febrero de 2011

Recuerdo de Tolstói, Chéjov y Andréiev



Igual que mendigos tullidos durante una procesión

Los recuerdos que se nos presentan de la figura de Chéjov en boca de Gorki es una perfecta carambola entre la vida, la obra y la amistad. Nos obliga, entre diálogos y anécdotas, a zambullirnos en una personalidad con caracteres morales, comprometida y, muchas veces noble para con los que sentía suyos. Una imagen que al fin de cuentas se podría sintetizar como: “La vida de un gran escritor de su tiempo”.
La educación es un tema recurrente en el imaginario de Chéjov. Con esto él se compromete y ve con claridad que grandes problemas del país es por la falta de seriedad y responsabilidad para con ésta.
“Si tuviera mucho dinero, instalaría aquí un sanatorio para los maestros de escuela enfermos. Ya sabe, haría construir un edificio luminoso, muy luminoso, de grandes ventanas y techos altos. Constaría con una hermosa biblioteca, varios instrumentos musicales, un colmenar, una huerta y un vergel; se podrían ofrecer cursillos de agronomía, meteorología; ¡Un maestro rural necesita saber de todo, amigo mío, de todo!”.
Incluso él compromete sus propios vienes, ya que el terreno en donde imagina esto es su hogar en un paseo acompañado por Gorki.
Un impulso para arreglar los males de su época lo motivaban en su vida. Poseía, de cierta forma, un arte para localizar y matizar la mediocridad, un arte que solo está al alcance de los que plantean las más altas exigencias ante la vida, que se forma a partir del deseo ardiente de ver la sencillez, la belleza, la armonía del hombre. En fin, en su persona la vulgaridad encontraba siempre un juez cruel y leal.
“Una vez vino una señora rellena, sana, guapa, elegante, y a ver al escritor comenzó a hablar a lo Chejov:
- ¡La vida es un triste fastidio, Antón Pavlovich! Todo es tan gris: la gente, el cielo, el mar, hasta las flores me parecen grises. Y no hay deseos… sólo melancolía del alma… como si fuera una enfermedad…
- ¡Es una enfermedad! – Dijo con aplomo Antón Pavlovich-. Seguro que lo es. En latín se llama morbos afectationis.
La señora, por suerte, no sabía latín, o tal vez hizo como que no lo sabía”.
Esto, que es detectable en su obra a simple vista, demás de esa función humorística que tanto extraña. A mi modo de ver, una necesidad de hacer las cosas más sencillas. Un estado puro entre la ironía y la verdad. Un estado que muchas veces compromete la vida en su estado absurdo.
“Un día recibió la visita de tres damas suntuosamente ataviadas. Tras llenar la habitación con el frufrú de sus faldones de seda y el color de sus mareantes perfumes, se sentaron ceremoniosamente frente al anfitrión, fingieron estar muy interesadas en la política y comenzaron a destapar las cuestiones:
- ¡Antón Pavlovich! ¿Qué le parece, cómo acabará la guerra?
Antón Pavlovich, tosió, medito y de manera suave, en tono serio aunque afable, contestó:
- Probablemente, con la paz…
- ¡Sí, ya, claro! ¿Pero quién ganara? ¿Los griegos o los turcos?
- Me parece que ganarán los más fuertes…
- ¿Y, según usted, quienes son los más fuertes? – Preguntaron con apremio las señoras.
- Los que están mejor alimentados y más instruidos.
- ¡Ay, qué agudo! – exclamo una de las visitantes.
- ¿Y usted, a quiénes prefiere: a los griegos o a los turcos? – Preguntó otra.
Antón Pavlovich la miró cortésmente y con una dulce y amable sonrisa respondió:
- A mi me gusta la mermelada… ¿Y a usted?
- ¡Me encanta! – exclamó con fruición la dama.
Y las tres a la vez se pusieron a hablar animadamente, mostrando sobre la cuestión de la mermelada su perfecta erudición y fino conocimiento de la materia. Era evidente que estaban encantadas con que no hiciera falta calentarse la cabeza y afectar aquel interés formal por griegos y turcos, en los que sin duda jamás antes habían pensado.
Ya en la puerta, alborozadas, le prometieron a Antón Pavlovich :
- ¡Le mandaremos mermeladas!”.
Sin embargo la risa que se enmarcaba en sus ojos ocultaba el sentimiento de la desesperanza cercano a la fría desolación.
“- ¡Qué extraño ser es el hombre ruso! Es igual que un tamiz que nada retiene. De joven llena con avidez el alma de cualquier cosa que pase por sus manos, y después de los treinta lo que le queda de todo aquello no es más que un batiburrillo insulso. ¡Como si ya no hubiera que trabajar más para vivir humana y dignamente! Trabajar con amor, con fe. Y aquí eso no se sabe hacer”
Los ejemplos aquí se suscitan: Los profesores que no desean enseñar, los arquitectos conformistas, los abogados que solo optan por sus intereses y los médicos que ven en el resfrío el origen de cualquier enfermedad. Son el blanco que él no desearía que existiese.
Pero sus ideas eran tan latentes en sus obras como en su vida. No lo dejaban en paz, eso que sus personajes han perdido y que solo se comprometen con lejanos sueños.
“Nos hemos acostumbrados a vivir con la esperanza de que haga buen tiempo, de una buena cosecha, de un romance agradable, la esperanza de hacernos ricos o de obtener el puesto de comisario de policía, en cambio nunca he notado en la gente la esperanza de hacerse más inteligente. Pensamos: será mejor con el nuevo zar, y dentro de doscientos años será mejor aún, no obstante nadie hace nada para que esa mejora llegue mañana. En suma, la vida cada día se hace más compleja y se mueve por sí sola hacia no se sabe dónde, mientras que los hombres son visiblemente cada vez más tontos y cada vez son más las personas que se quedan fuera de la vida.
Reflexionó un poco, frunció el entrecejo, y añadió:
- Igual que mendigos tullidos durante una procesión”.
La actualidad y nuestras propias vidas le dan la razón a Chéjov. Sus temores eran ciertos. Nuestra decidía, arrogancia e inmutabilidad son parte presente y estable de nosotros. No queremos hacer mucho ni tampoco menos. Sin embargo, para recordarnos, Gorki en sus recuerdos nos deja este aviso y una bella definición de lo que era el escritor.
“Nadie como Antón Chéjov ha comprendido con tanta claridad y sutileza el carácter trágico de las naderías de la vida, nadie antes que él ha sabido enseñar a los hombres con tan rigurosa veracidad el fastidioso y degradante panorama de su existencia tal como se desarrolla en el caos opaco de la mediocridad burguesa.
Su enemigo era la vulgaridad; toda su vida luchó contra ella, la ridiculizó y desentrañó con su afilada e imperturbable pluma, sabiendo descubrir el moho de la trivialidad incluso allí donde a primera vista todo parecía bien dispuesto, confortable y hasta esplendoroso. Y la vulgaridad se vengó con una broma cruel al depositar el cuerpo muerto del poeta en un vagón destinado al transporte de ostras”.
El compromiso por la vida del prójimo. Algo difícil de pensar en su tiempo y en el nuestro. Sería bonito ver a la gente que sale a las calles, entendiendo en realidad que es lo que piden. Sería bonito encontrar gente preocupada por sus vecinos y por el desarrollo de estos. Claro esta que la economía para eso no debería ser el rector. Pero a veces, y en muchas ocasiones, para entender solo vale un poco de conversación…
P. Ugrumov
Recuerdo de Tolstói, Chejov y Andréiev. Maxim Gorki. Editorial NORTESUR. Barcelona 2009.

martes, 1 de febrero de 2011

Vania en la calle 42


Un grupo de actores ensaya la representación teatral de «Tío Vania», de Anton P. Chejov, que cuenta cómo una familia y sus amigos se reúnen en torno al profesor retirado Alexander Serebryakov, un hombre pomposo y encopetado que intenta escribir su obra maestra junto a su joven segunda esposa, Yelena. Los personajes principales son Sonya, la hija de su primera mujer, la madre de ésta y su hermano, el tío Vania, que cada vez soporta peor la actitud de superioridad del profesor. El texto original y las relaciones personales entre los intérpretes se enredarán inevitablemente conforme avancen los ensayos.